Bien sabe la gente que me conoce que sólo tardé un día en leer aquellos libros que realmente me interesasen: Relatos Clínicos (Sigmund Freud) y Abzurdah (Cielo Latini) (pero en el orden contrario). Hoy se suma un nuevo libro, también escrito por Cielo Latini, que me apasionó y me mantuvo lúcida hasta el final sin poder apartar la mirada de esas páginas: Chubasco. No voy a hacer una síntesis sobre la historia, porque realmente no comencé a escribir ahora con ese fin. Aquí voy...
(Prendo un cigarro, para que me fluyan mejor las palabras y me ato el cabello para que no estorbe en éste proceso) Hoy, al leer historias relacionadas con esta 'escritora' (por así llamarle), afirmé nuevamente una teoría ya vieja: ésta mujer con sus palabras, oraciones, párrafos, me enferma. Lo digo literalmente. (y acá es donde me voy un poco por las ramas intentando explicar) estoy a sabiendas que nadie lee ésta página, pero igualmente voy a contar el comienzo de ésta historia:
Cuando era chica, mas o menos a los 12 años, era un tanto rellena (no gorda), y eso estaba acompañado a el descubrimiento del 'amor'. Un tiempo después, para suerte mía, mi hermana había comprado un libro que le había resultado llamativo, pero que creo que nunca llegó a leerlo. Al igual que a ella, a mi también me llamó la atención y decidí leerlo. Ahí me encontré yo leyendo 'Abzurdah'. Qué fue lo que hice? Obviamente idolatré a Cielo, y me propuse ser como ella, cueste lo que cueste. El libro me duró un día y algunas horas del siguiente. Acto seguido, me auto-convencí que necesitaba adelgazar, que con la apariencia que tenía en ese entonces no iba a lograr gustarle a ningún chico parado sobre la tierra. El tiempo pasaba, y yo me encontraba cada vez más flaca.. A eso se le sumaba los instintos suicidas o, mejor dicho, mi intento de llamar la atención para que me cuiden un poco más. Recuerdo haberme encerrado en el baño, o mismo en mi habitación junto a cuchillos y tijeras. Al principio no me animaba, tenía miedo de sentir dolor, pero, una vez que apretaba el filo sobre mi piel y lo deslizaba, sentía el placer y mi mente se sentía victoriosa reproduciendo una voz que decía "lo has logrado! Sigue, sigue..." Y seguí, seguí una y otra vez... Me fascinaba ver salir sangre de mi, me hacía sentir viva después de tanto sentimiento muerto. En ningún momento pensé que tenía problemas, creía que eran los demás quienes tenían problemas; yo estaba completamente sana. Mi peso seguía descendiendo, y mis brazos y manos se colmaban de pequeñas cicatrices. Mi sangre seguía corriendo por el piso, papeles por doquier eran utilizados para secar la sangre y las lágrimas derrabadas en el piso. Nadie dudaba de mi, nadie sospechaba de mi desequilibrio emocional/mental. Todos creían que las cosas marchaban con absoluta serenidad. Y aunque mi cuerpo gritaba con dolor, cansancio, frustración y resignación, nadie le escuchaba.
Llegó un día en el que me sentí obligada a subirme a una balanza, recuerdo una nítida imagen que delataba mi peso: 48 Kg. Lo más gracioso (o lamentable) era que cuando volví a mi casa y me miré al espejo, notaba gordura en mi ser. Sentía que tenía rollitos por todas partes, que tenía grasa acumulada en mis piernas, que tenía una panza que equivalía a la de una mujer embarazada de 4 o 5 meses. Pero realmente nada de eso existía.. Ocultaba mi cuerpo durante todo el año, cuando el verano llegaba, yo evitaba el momento de la playa, cuando mi viejo me decía que baje a la playa con ellos, yo les contestaba que estaba cansada y que no tenía ganas de salir de casa porque hacía mucho calor y no soportaba a la gente. "No soporto la gente" es una excusa que utilizo siempre (si, a mucha gente le mentí diciéndole que no tolero el acumulamiento masivo de personas). Cuando me preguntaban si salía a bailar, decía que no y nombraba el motivo que mencioné una línea arriba; la verdad era otra, la verdad era que no quería probarme un pantalón, no quería tener una vaga idea de ponerme una remera linda y salir al mundo. Sentía que me iban a observar cual bicho africano en vía de extinción. Todo esto y más ideas de éste estilo abundaban mi mente. Bien, no voy a seguir detallando más momentos, basta con decir que los años transcurrieron y mi vida seguía igual: sin comer, vomitando y auto-flagelandome. Luego de un año de perder a mi primer 'novio', llegó otro hombre que me hizo conocer los placeres de la vida, y me convirtió en una mujer. No voy a dar nombres, aquellas personas cercanas a mi saben a la perfección de quién estoy hablando. Cuándo esta persona llegó a mi vida me cambió radicalmente el panorama, pero nada salió bien, o al menos nada salió como yo lo esperaba. El tipo me hizo las mil y unas, se encargo de denigrarme como mujer, de ponerme unos buenos cuernos hasta con compañeras de curso. Yo sabía perfectamente que el andaba con otras chicas, pero, ya saben como dice el dicho, 'no hay peor ciego que el que no quiere ver'. Y así me mantuve casi dos años, siendo engañada, agredida verbalmente, boludeada, y llegó el momento culmine en que llegué a ser agredida físicamente. Para ser honestos, no recuerdo cómo me sentí en ese momento, creo que lo entendí a él, entendí su ira, su bronca, su impotencia, sabía que yo tampoco era una santa, pero no creí merecer que me levante la mano de esa manera. Yo estaba enferma, obsesionada, poseída por el fantasma de la soledad. No veía nada más que a él, y si pensaba en un futuro, me imaginaba a mi atada a su cuerpo. Me había convertido en una loca total. Recuerdo lúcido una noche de peleas, como tantas otras, pero ésta tuvo algo diferente: yo estaba totalmente sacada, llorando y pataleando, gritándole y maldiciéndolo, hasta que él me dijo algo que detonó mi cabeza y me condujo a hacer algo que nunca antes había hecho, me dirigí a la cocina, tomé un cuchillo y corté mi brazo de una manera que jamás imaginé; la herida no paraba de sangrar, y lo hacía de a montón. Él de mientras me gritaba y decía que estaba completamente loca, que se iba a ir de mi casa y me iba a dejar para siempre porque era una enferma. Claro está que no se fue, se quedó, y no sólo eso, sino que seguimos la relación. A lo que voy con ésta historia sobre él, es que incrementó mi 'enfermedad' y me convirtió en una persona más vulnerable y débil. Cuando la pesadilla terminó, cuando la relación llegó a su fin, mis viejos decidieron mandarme al psicólogo y al psiquiatra. La psicóloga no me ayudo mucho, de hecho, no tuve muchas sesiones y decidí abandonar; pero el psiquiatra me era de gran ayuda, y afirmo que mi caso se trataba de anorexia nerviosa, depresión y algo más que no logro recordar. Obviamente me medicó durante algún tiempo, y cuando yo creí estar curada, abandoné el tratamiento. De verdad fui tan ilusa de pensar que realmente estaba curada, y lo pensé durante más de un año, pero siempre pisaba el palito y volvía a caer en la miseria en la que había habitado antes.
A qué quiero llegar con esto? Lo que quiero decir, es que una vez que la mente se daña, no hay vuelta atrás. No se puede arreglar un cristal roto, no se puede pretender que nada pasó. La recaída está latente en cada paso que damos, y queramos o no, tenemos más probabilidades de caer que de mantenernos de pie.
Y hoy es el día en el que quiero hacerme fuerte, porque me volví a involucrar en esa historia sin fin que me atormenta y me transporta inevitablemente a mi pasado. Volver a leer escritos de C.L me hace mal, y yo lo sé perfectamente, pero no sé por qué lo hago. Es algo que no puedo controlar. Debo admitir que esto pasa cada meses, pero en los momentos en los que pasa, me sumerjo en un sin fin de problemas emocionales constantes conmigo misma. Simplemente quería dar por sentado ésto, quería plasmar mi día en éste espacio del cual me he apropiado victoriosamente. Y, admito, una parte de mi se siente orgullosa y satisfecha, esa parte de mi desea poder volver a llegar a perder peso de manera abrupta y sin escrúpulos, pero la otra parte de mi ser desea no volver a ese infierno que dejó marcas no sólo físicamente, sino que también psicológicamente...