Me siento extraña y un poco idiota al hablar de él, pero
quiero y necesito hacerlo. Creo que es para desahogarme o algo así.
Recuerdo que me encantaba mirarlo a los ojos, amaba
observarlo mientras miraba la tele, mientras dormía, mientras comía o simplemente
mientras no hacía absolutamente nada. Admiraba su belleza y lo amaba tal cual
era, no quería que nada cambie en él. Lo veía aterradoramente perfecto,
inigualable. Tan perfecto para mí que me asombraba. Sus ojos era un lugar al
que yo recurría cuando una tormenta me perseguía, cuando estaba mal. A pesar de
haberme fallado con su ‘fidelidad’ siempre fue una persona en la cual yo podía
confiar ciegamente mis más íntimos
secretos. Cada vez que me encontraba con problemas recurría a él y me hacía ver
las cosas tan fáciles, me hacía olvidar el mundo completo. Me provocaba a
escaparme con él y ser feliz. Lo amaba con locura, lo admiraba como persona,
era el deseo más profundo dentro de mi corazón. Era todo lo que había buscado.
En él encontraba paz, alegría, sorpresas, tristezas, peleas, amor... Y
felicidad. Sobrepasaba mis expectativas.
Algo que nunca volví a encontrar en otra persona es la
manera de divertirme que tenía con él. Nunca volví a reír de la forma en que lo
solíamos hacer nosotros dos. Que loco, ¿no? El probablemente no me recuerde y
yo estoy detallando cada recuerdo que tengo de ambos, cada virtud que tuvo
nuestra relación. Nuestro trozo de juventud juntos... Y está bien que no me
quiera recordar, que tenga otro amor. No lo culpo, al contrario, pienso que es
lo mejor para él. Sería una hipócrita si no lo dejo ser feliz. Siempre le dije
que pase lo que pase yo lo iba a apoyar en cada decisión que tome, que mi única
meta era su felicidad. Que mientras él este bien, yo iba a estar bien. Y que
cada vez que el se sienta solo, o triste, yo lo iba a estar, porque consideraba
que éramos uno. Que lo que a él lo lastimaba, a mí también, y lo que a él lo
hacía feliz, aún más feliz me hacía a mí.
No puedo encerrar a una persona conmigo. Sería egoísta y no
tendría amor, sino obsesión. Y yo si lo amo, lo amo como la primera vez que lo
vi. Lo amo de la misma manera que antes, y quizás más. O quizás igual, no sé.
Lo amo tanto que me duele el alma cada vez que recuerdo que lo amo y que lo
extraño. Si, ya todos saben que lo sigo amando, y que es muy probable de que lo
ame por mucho tiempo más. Admito que me parte el corazón saber que el esta con
otra mujer, que besa a otra mujer que no soy yo. Pero él lo eligió así, y yo no
puedo hacer nada. Porque si hoy no estamos juntos es por cuenta mía. Yo fui
estúpida y egoísta con sus sentimientos. Hice cosas sin importar si a él le
dolería o le daría igual. Y tengo muy en claro, ahora más que nunca, que el que
él haya sido una bola enorme de errores, no me da derecho a ser lo mismo. No
debería haber pagado con la misma moneda. No servía, no sirvió, no sirve y no
servirá nunca.
Lo más gracioso es que en mi corazón existe una pequeña voz
que me dice que en algún momento de nuestras vidas nos vamos a reencontrar. Y
yo confío en eso, aunque sé que es imposible. Sé que no va a suceder, pero no
puedo matar esa voz, aunque quiera no puedo. Sería como matarme a mi misma,
como quemar una ilusión, un sueño. ¿Qué es un ser humano sin sueños? ¡Nada!
Entonces yo no puedo hacerlo, simplemente no puedo.
En este momento, después de todo esto, me di cuenta de algo;
de nada me sirve la libertad si aún me siento completamente sola. No hay nada
más que eso… Mi soledad y su recuerdo.
Me hizo lagrimear.
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