Un frío cerró su corazón, y las puertas que ella veía,
desaparecieron casi por completo. La vida que tenía ya la había olvidado, la
había dejado atrás… No importaba el tiempo en que transcurriera su caminar. La
soledad la acompañaba y las lágrimas eran su consuelo de cada noche. Algún que
otro libro la ayudaba a escaparse de aquél tormento que la acechaba cada día,
antes de salir el sol, hasta que la luna se asome…
El dolor en el alma la cegaba y la hacía recordar. Y
recordar le hacía pensar... ¿Por qué causa debía terminar así?, ¿qué error tuvo
en otra vida para pagar así los platos rotos? Una confusión que la apartaba de
la gente, y la hacía autista. No permitía que nadie
entre en su mundo. Y si alguien se acercaba, buscaba mil
maneras de ahuyentarlo.
Se creía inválida en todo sentido. No tenía algo por lo que
luchar, ya se había abandonado hace algún tiempo cuando su amor demostró
haberla dejado en el olvido.
Aquella fue la razón de su no-existir, el arma con la única
bala que uso en defensa propia contra ella misma. Nadie sabe hasta donde podría
llegar, ni ella lo sabe. Pero él, aquélla persona de tintes de felicidad sabe
que tiene la cura para la enfermedad de la niña. Y como ser humano decide usar
la cura para curarse el mismo y poder sobrellevar la vida sin ella. Ella se
pierde entre los recuerdos, y el pierde los recuerdos.
Al día de hoy ella espera sentada alguna respuesta que
refute su soledad… Algún día la encontrará.
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